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Por Juan Luis Vera Muñoz 31 de enero de 2022
¿Quién no ha oído hablar del bullying o acoso escolar? En los últimos años, la conciencia social sobre el bullying se ha incrementado hasta convertirse en objeto de alarma social, dado el creciente número de casos detectados y las importantes repercusiones psicosociales que tiene para los/as jóvenes que lo sufren. Pero, ¿qué es exactamente el bullying ? Existe mucha información al respecto, pero quizá una de las explicaciones más completas sea la realizada por el Dr. Sabel Gabaldón, psiquiatra en el Hospital Sant Joan de Déu, en Barcelona, cuyo enlace os dejo a continuación: ¿Qué es el bullying ? Dr. Sabel Gabaldón
Por Juan Luis Vera Muñoz 12 de septiembre de 2021
La Asertividad es un término muy utilizado en Psicología pero quizá menos conocido en el común de la sociedad; pese a ello, todos solemos ponerla en marcha cada vez que nos comunicamos con los demás y es uno de los pilares sobre los que se asienta una buena relación de pareja, social, familiar, laboral... En realidad, cualquier relación humana se nutre de la asertividad para subsistir de una manera sana y apacible. En términos generales, ser asertivo significa ser capaces de expresar opiniones, deseos o quejas, de forma adecuada para hacer valer nuestro criterio sin ofender al otro . Cuando decimos que “la convivencia no es fácil”, casi siempre nos referimos a los roces que surgen cuando la otra persona nos dice o hace algo que nos molesta, y nos quejamos de la actitud de esa persona. Probablemente con razón, pues nos ha hecho sentir mal. Pero, ¿cuál es nuestra actitud ante estas situaciones? ¿Cómo solemos responder? Tradicionalmente, la Psicología Social ha agrupado todas las posibilidades de respuesta en tres grandes modalidades: Respuesta agresiva: se caracteriza por incluir mirada fija, tono de voz elevado y desafiante, gestos de amenaza, frases despectivas... No tiene por qué haber insultos o acusaciones directas para que nuestro lenguaje sea dañino, la mayor parte de las veces basta con una mirada altiva o un tono déspota hacia el otro. También respondemos de forma agresiva cuando no escuchamos el punto de vista de los demás, les interrumpimos o tratamos de imponer nuestras ideas a los demás. En muchos casos, posteriormente a esta respuesta, nos sentimos arrepentidos, pues sabemos que la situación se nos ha ido de las manos y hemos perdido los estribos. Respuesta pasiva: consiste en evitar el conflicto recurriendo al silencio y la retirada. Esta respuesta es más peligrosa incluso que la agresiva, entre otra cosas porque tiene una cara amable que la hace resultar atractiva: "mejor me callo, así se tranquiliza y no discutimos más", o bien, "prefiero guardar silencio; total, qué más da...". El riesgo de “pasar” de las discusiones y no decir nada está en que no hacemos valer nuestra opinión, con lo que nos exponemos a que aquello que nos molesta siga ocurriendo hasta convertirse en una indeseable rutina. Cuando esto sucede, nos vamos cargando de malestar, tensión, ansiedad, etc., lo que nos hace daño, nos hace sentir impotentes y puede desembocar en una respuesta agresiva. Respuesta asertiva. Nos permite expresar nuestra opinión y hacerla valer ante los demás, al mismo tiempo que aceptamos y respetamos la opinión del prójimo. Dentro de la asertividad se engloban habilidades como: Saber decir “no”. Expresar a los demás lo que no nos gusta o nos molesta de sus acciones, sin acusar o ser ofensivos. Saber escuchar, aceptar y respetar las opiniones, deseos y quejas de otras personas. Hacer ver al otro que le hemos escuchado y comprendido. Respetar las diferencias de criterio interpersonales. Ser autocríticos: saber que no estamos en posesión de la verdad y que otras opiniones pueden ser tan válidas como las nuestras, aunque no las compartamos. Veamos un ejemplo de asertividad:
Por Juan Luis Vera Muñoz 12 de septiembre de 2021
Existen muchas mujeres y hombres cuyo deseo de ser madres o padres constituye uno de sus principales objetivos vitales. A veces, por diversos motivos, lograr tener esa descendencia no es tarea fácil. Muchas de esas personas sienten su deseo de maternidad o paternidad como el centro de su vida, siendo para ellas una necesidad vital . Por tanto, no conseguirlo genera frustración, tristeza y baja autoestima. Un gran número de estas mujeres o parejas deciden embarcarse en tratamientos de fertilidad, pudiendo conseguir resultados positivos que lleven a un embarazo y alcanzar su meta tan deseada: tener un hijo. Sin embargo, otras muchas obtienen sucesivos resultados negativos, aumentando su frustración, malestar, miedo al fracaso, desánimo..., a lo que se añade un sentimiento profundo de pérdida , cuestionándose todas las facetas de su vida. Procesos de Reproducción Asistida: ¿en qué consisten?
26 de agosto de 2021
Las parejas, como las personas, transitan por distintas etapas en las que deben adaptarse a nuevos retos para sobrevivir. La pareja también tiene su propio ciclo vital, con sus periodos de estabilidad y sus crisis, que pueden desembocar en la ruptura o el fortalecimiento de la relación. Un ejemplo es la jubilación. Mucho se ha escrito sobre las repercusiones de la jubilación en la relación conyugal, pues son muchas las parejas que viven en ese momento la mayor crisis de toda su relación. Para muchas personas es inaudito ver a un matrimonio de toda la vida, que ya ha celebrado sus bodas de oro, plantearse seriamente el divorcio apenas un año después de jubilarse uno de los cónyuges. No obstante, los motivos son sencillos de comprender. Las horas de trabajo, el cuidado de los niños y otras responsabilidades hacen que muchas parejas hayan reducido su convivencia a las noches, los fines de semana y las vacaciones, durante toda su vida. Por ejemplo, en los modelos de familia más tradicionales, donde la mujer ha trabajado en las tareas domésticas y el marido lo ha hecho fuera de casa, la jubilación de éste último puede significar, si no se gestiona adecuadamente, su presencia constante en casa, donde no siempre logrará engranar su propia necesidad de actividad con las rutinas habituales de su mujer. No son pocas las ocasiones en las que esta situación deriva en tensión emocional, discusiones y choques que hacen derivar el barco de la pareja hacia las rocas del conflicto. Así, una etapa que podría servir para disfrutar más y mejor juntos, se transforma en un mar embravecido que apenas deja espacio para la calma. Este tipo de dificultades, por tanto, son frecuentes ante la transición vital de la jubilación. Lo llamativo es que la prolongación del confinamiento en casa, decretado a raíz de la epidemia del coronavirus, está adelantando algunas consecuencias de esta misma crisis vital a parejas de todas las edades, con ciertas diferencias: La jubilación se planifica. El confinamiento no, ha irrumpido en nuestras vidas sin permiso y no sabemos cuando se marchará. El Covid-19 genera mucha incertidumbre. Entendemos que la pandemia será temporal, pero incluso los expertos difieren mucho en sus previsiones y, mientras tanto, el confinamiento se va prorrogando por fascículos. Muchas parejas están confinadas con sus hijos pequeños (lo que no ocurriría en la jubilación). La situación laboral es distinta: teletrabajo, ERTEs, bajas laborales, etc. No se puede salir de casa, salvo para lo indispensable. Ésta última es la diferencia clave. Muchas veces, las personas jubiladas que tienen dificultades de pareja encuentran un gran aliado en actividades de ocio y entretenimiento fuera de casa. En este caso, hemos de buscar nuestros aliados sin salir del hogar. Veamos algunos de ellos: Hablemos más. Una comunicación abierta, eficaz y sincera será nuestro aliado estrella, la piedra angular sin la cual el resto de recursos que proponemos se tambalearán. Estar confinados puede ser una oportunidad única para compartir nuestras inquietudes, escuchar más a nuestra pareja y limar esas asperezas que en el día a día habitual quizá pasan desapercibidas, pero están ahí. Puede ser un tiempo de diálogo y reconstrucción, de fortalecimiento de la pareja. Una oportunidad para recuperar o reforzar lo que nos hace sentir bien, a la par que ponemos límite a lo que nos daña. Para ello, la comunicación abierta, el saber escuchar y estar disponible son elementos indispensables, de los cuales podrás encontrar más información aquí . Tiempo para ti, tiempo para mí, tiempos de pareja. Compartir tiempo de calidad en familia y pareja no significa estar constantemente juntos, más aún si nuestra rutina habitual no es así. Puede ser de ayuda sentarse tranquilamente para redefinir la vida en común durante el confinamiento, elaborando una rutina flexible que contemple tiempos de pareja, de familia y espacios personales para cada uno; esto solo funcionará si ambos se sienten cómodos y confiados para poder expresar sus propias necesidades de tiempo y espacio, y si no cuestionamos las preferencias de nuestra pareja (como adelantábamos, la comunicación abierta, eficaz y sincera es indispensable para lograrlo). Estar confinados significa que puede haber tiempo para todo, si nos organizamos bien. Dando espacio a las aficiones. Una forma más de mejorar la vida en pareja, sobre todo si sentimos la necesidad de estar ocupados, será encontrar cosas que hacer durante el confinamiento. Hay muchas actividades de ocio que se pueden mantener en el hogar, si son de nuestro agrado: ver cine o series, leer, hacer pasatiempos, darse un baño relajante, cocinar o hacer repostería, contar o escuchar chistes o monólogos, escribir, hacer un puzle, escuchar música... También es un buen momento para aprender cosas nuevas: ese curso de inglés que siempre quisiste hacer, ver tutoriales de patchwork o dedicarte a la marquetería son solo algunos ejemplos. Comprende el malestar, no seas exigente. El confinamiento ya es bastante exigente para todos como para serlo también nosotros. Probablemente, muchos de los desencuentros que se produzcan durante estos días serán a causa de las emociones que nos produce no poder hacer "vida normal". Intentemos dar espacio para manifestar nuestro malestar y el de nuestra pareja. No hace falta buscar frases mágicas para ayudarle, quizás sea suficiente con permitir que pueda desahogar sus sentimientos, para que la tensión acumulada se descargue y ambos os sintáis mejor. Sorprende a tu pareja. Casi todas las parejas están de acuerdo en una cosa: a la hora de compartir tiempo juntos, es mejor la calidad que la cantidad. Sin embargo, el encierro fruto del coronavirus acrecienta la segunda y puede hacer mella en la primera. Para evitarlo, puedes dedicar tiempo a redescubrir a tu pareja, por ejemplo, parándote a pensar: ¿qué puedo hacer que le guste sin salir de casa? ¿Cómo puedo sorprenderle/a? ¿Qué le haría ilusión? No cabe duda que este propósito funciona mejor si es mutuo. Afronta los retos en pareja/familia. Encontrar escollos durante el confinamiento que afectan a la relación de pareja o familiar está siendo muy común. Al fin y al cabo, ¿cuándo nos hemos visto en una situación así? Las emociones fluctúan, tan pronto estamos tranquilos como se nos cae la casa encima, un día estamos contentos y al otro quizás nos puede el desánimo. Una vez más, hablemos de ello con nuestra pareja y escuchemos sin juzgar cómo se siente ella/él. Pero también es posible que el roce destape problemas de pareja latentes que seguirán estando ahí cuando se levante el confinamiento. En ese momento, volver a taparlos será una posibilidad, pero no una solución. No obstante, si convertimos el problema en un reto y lo aceptamos, si nos comprometemos a buscar vías de resolución, transformando aquellos parámetros de la relación de pareja que sean necesarios, afrontando nuestro propio miedo al cambio; si nos atrevemos a dar ese difícil paso de acometer reformas en nuestra vida familiar... Entonces habremos aprovechado la ocasión para transformar la crisis en una oportunidad para el crecimiento.
Por websitebuilder 26 de agosto de 2021
El proceso de duelo tras una pérdida significativa se vive de forma muy intensa y dolorosa, tanto que a veces sentimos que no vamos a poder superarlo nunca, pero al mismo tiempo, es la vivencia y aceptación de esas emociones lo que nos ayudará a elaborar el duelo. Se trata, por tanto, de un proceso completamente normal y necesario, que habremos de vivir según nuestras propias necesidades en cada momento. A continuación compartimos un vídeo donde abordamos algunas de las circunstancias que pueden dificultar o hacer más doloroso el duelo. Con ello pretendemos acercar la realidad de la pérdida a aquellas personas que lo deseen, pero también servir de soporte emocional a quienes estén pasando por este difícil proceso.
26 de agosto de 2021
La pandemia sanitaria originada por el Covid-19 está generando todo un aluvión de situaciones complicadas de diversa índole y que afectan a una gran parte de la población. Una de ellas es el obligado confinamiento, para el cual ya hemos planteado una serie de estrategias generales en este espacio (puedes leerlas aquí ). No obstante, es probable que el confinamiento sea el más llevadero de los escenarios, si lo comparamos, por ejemplo, con la situación dramática de muchos trabajadores autónomos o empresarios que ven peligrar su medio de vida, o el del personal sanitario que trabaja sin descanso y con medios muy limitados, o bien los casos de personas ingresadas con síntomas graves del virus y sus familias... Y muchos casos complicados más. El Covid-19, además, está dejando miles de fallecimientos en unas circunstancias que dificultan en gran medida la elaboración del duelo para sus familiares. Cualquier pérdida de un ser querido es dura, pero diversos condicionantes pueden facilitar o complicar aún más el proceso de duelo. En el caso del coronavirus, el estricto protocolo de actuación en enfermos ingresados y en caso de fallecimiento, pensado para evitar los contagios, está dando lugar a unas circunstancias que hacen especialmente difícil el afrontamiento de la pérdida: Antes del fallecimiento. En ocasiones, pueden pasar días o incluso semanas en que la familia no puede estar junto a su ser querido, como es el caso de ingresados en hospitales o personas mayores en centros residenciales. Saber que tu familiar tiene Covid-19 y no puedes estar junto a él, cuidándolo y ofreciéndole tu apoyo y cariño, a veces sin poder obtener tanta información de su evolución como desearías, genera una angustia intensa en la familia, así como una alta sensación de impotencia; una sensación que, de hecho, es absolutamente cierta. Lo que no es real es que seamos culpables de esa situación, y sin embargo, si nuestro ser querido fallece, es muy normal que esa impotencia de no haber estado a su lado se transforme en un doloroso sentimiento de culpa. El fallecimiento. En cualquier circunstancia y prácticamente en todas las culturas, no acompañar a un ser querido en sus últimos momentos es un hecho indeseable, temido y muy difícil de elaborar. El Covid-19 es un virus cruel en este sentido, pues los allegados no pueden abrazar al fallecido, darle un beso, decirle unas últimas palabras... En definitiva, no pueden despedirse. Existen otros casos en los que esto también ocurre, pero el coronavirus tiene una peculiaridad: impide la despedida de casi el 100% de sus afectados. Después de la pérdida. Todas las culturas y religiones cuentan con rituales para despedir a los fallecidos. No se trata de una cuestión meramente religiosa: a nivel psicológico, las personas nos apoyamos en los ritos de despedida (casi siempre colectivo) para "dejar marchar" a nuestro familiar, esto es, para iniciar el proceso de duelo. Una vez más, los familiares de fallecidos con Covid-19 encuentran una carga añadida, al no poder dedicarle un funeral como tal, ni participar en su entierro o incineración. Muchas veces, ni siquiera será posible cumplir las últimas voluntades de la persona (por ejemplo, ser inhumado), lo que puede producir aún más dolor y remordimiento a los familiares. Así pues, las miles de muertes que está produciendo esta pandemia dejan también a miles de familias enfrentándose a un duelo con muchos escollos que superar. Cuando no acompañamos a un familiar en sus últimos momentos, ni podemos despedirnos mediante ningún ritual antes de su incineración, de alguna forma es "como si no hubiese ocurrido", es decir, se crea una sensación de irrealidad en torno a la muerte de nuestro ser querido que puede llegar a hacernos dudar de si ha pasado de verdad o no, porque en realidad, no lo hemos vivido. De alguna forma, parece más bien un mal sueño del que seguimos ansiando despertar. Todo esto da una idea de lo duro que está siendo para tantas familias perder a sus seres queridos con esta enfermedad, pero también es importante dejar claro que estas circunstancias complican la elaboración del duelo, pero no lo impiden: afrontar con éxito la pérdida de un familiar con Covid-19 es posible, y de hecho, hay formas de facilitar el proceso. Las estrategias que ayudarán a completar este proceso de duelo van a depender de cada familia y situación particular, por lo que no es posible definir estrategias que puedan ayudar por igual a todas las personas en estas circunstancias. Habrá personas que necesiten ayuda profesional; otras no. Habrá casos en los que el duelo se extienda durante mucho tiempo; otros no tanto. Unos preferirán estar más tiempo solos, otros buscarán más compañía. Cada situación será única y precisará de un afrontamiento diferente. Pese a ello, no queremos despedirnos sin dejar al menos algunas ideas que puedan ser útiles para la mayor parte de las personas que puedan estar pasando por este duelo. Pero recordemos que son solo ideas generales, no un conjunto de estrategias de afrontamiento, y no serán adecuadas para todas las personas en duelo. Si tienes un ser querido infectado con Covid-19, intenta mantener tanto contacto telefónico y por videoconferencia como te sea posible. Aunque no puedas acompañarle en persona, sí estarás ayudándolo y ofreciéndole apoyo, cariño y cercanía. Si has perdido a alguien con esta enfermedad, procura no luchar contra tus sentimientos, no huyas de ellos; seguramente necesitarás sentirlos, expresarlos y aceptarlos como parte normal del proceso para seguir adelante. No sirve de nada contener las emociones, esforzarse por no llorar o mantenerse fuerte; a veces lo hacemos por otros, para que no se sientan peor. Piensa que si otros lloran, es porque lo necesitan, no porque te vean llorar a ti. Quizás tú también lo necesites, tal vez te sientas mejor después de ello. Sentir dolor por un ser querido ausente es natural, es sano, es humano; no es un signo de debilidad o vergüenza. Lo incomprensible sería lo contrario, ¿no os parece? No tengas prisa. Cualquier proceso de duelo por un ser querido suele durar muchos meses (no todos vividos con la misma intensidad), y en este caso, además, puede ser normal que las primeras semanas o el primer mes sea "menos duro" que los dos o tres siguientes, ya que muchas de las circunstancias difíciles que hemos mencionado se empezarán a sentir con más fuerza un tiempo después del fallecimiento. No te preocupes, ese dolor es necesario, es parte de la elaboración del duelo, y aunque ahora pueda parecer insoportable, poco a poco se mitigará. Realiza un ritual de despedida de tu ser querido. Es difícil asesorar sin conocer a la persona que está leyendo estas líneas, pero podemos encontrar maneras de despedir en casa, individualmente o en familia, al fallecido. Tal vez mediante un rito que nosotros mismos podemos construir: leer unas palabras de cariño frente a un mueble con su foto y una vela, dejarle unas flores, dedicarle una oración, un tiempo de silencio, etc. Así mismo, seguramente será de ayuda celebrar un funeral por el fallecido cuando las restricciones actuales se levanten, aunque sea dos meses más tarde de la pérdida. Busca apoyos. La familia, los amigos, los vecinos o las personas de una asociación; sea como fuere, y en la medida en que vayas pudiendo permitírtelo, será positivo que te acompañes de personas que te den soporte emocional y acompañamiento en este proceso. Intenta pasar tiempo especialmente con aquéllos con los que te sientas más comprendido/a y apoyado/a. Recuerda que no tienes la culpa de no haber acompañado a tu familiar. Esta enfermedad ha creado una situación excepcional y es normal que te sientas desolado/a y con sentimiento de impotencia, pero eso no significa que tengas ninguna culpa. Piensa en todas las cosas que sí has hecho por tu familiar, tanto en los últimos momentos como antes. Trata de recopilar todos aquellos detalles, ayudas, conversaciones, gestos o acciones que hiciste para ayudar o acompañar a tu ser querido en distintas circunstancias; también los pequeños detalles. Probablemente, hayas hecho muchas más cosas por él de las que ahora recuerdas. ¡Quiérete! Seguro que eso sería lo que te diría tu ser querido, cuídate, no te abandones, sé fuerte y sigue adelante. Poco a poco, llorando lo que sea necesario, pero sigue adelante.